Por: Apóstol Wanda Rolón/ Para Presencia
Todo lo que está establecido en el mundo, desde la fundación hasta hoy, es basado en conocimientos y sabiduría. La sabiduría acompaña a los que tienen a Dios en su corazón, se complementa con el conocimiento y se construye algo muy grande que nada ni nadie puede derribar.
Lo que hablamos es espíritu y vida. Lo que declaramos está ligado con nuestro corazón. (De la abundancia del corazón habla la boca. Mateo 12:34)
Subió, pues, Salomón allá delante de Jehová, al altar de bronce que estaba en el tabernáculo de reunión, y ofreció sobre él mil holocaustos. (2 Crónicas 1:6)
La historia nos enseña como un rey, como lo fue Salomón, se presentó en la presencia de Dios con honra y Dios le bendijo con bienes y riquezas. Con lo que Dios nos ha prosperado y bendecido tenemos que aprender a darle a Él nuestras primicias. El mundo no nos entiende, pero los que hemos conocido a Jesús sabemos que lo primero es siempre para Dios.
Dios nunca se equivoca, en el lugar que Él nos lleve es donde llegará la abundancia y la provisión. Lo único que garantiza que se cumplan las promesas de Dios es que busquemos de Él.
Cuando conocemos a Dios no estamos desprovistos de nada, Él nos da la sabiduría para que podamos emprenderlo todo. Dios tiene un propósito para cada uno de sus hijos. Los hijos no le pertenecen a los padres terrenales, son herencia de Dios y habrá que rendirle cuentas al Padre por ellos.