Por: Duverney Galindo Pérez
Torreón Fuerte Misión Cristiana, Colombia
1 Samuel 3.2-18
Cuando era niño, Samuel vivía en el templo con su mentor, el sacerdote Elí. Una noche, después de escuchar que era llamado por su nombre, el niño corrió a preguntarle a Elí qué quería. Pero el sacerdote no había hablado, por lo que envió al niño a la cama. Esto sucedió dos veces más antes de que Elí se diera cuenta de que el Señor era quien llamaba al niño. Luego dijo a Samuel que respondiera y le preguntara al Señor qué quería decirle.
El Todopoderoso sigue hablándonos hoy. Por ejemplo, comenzamos a escucharlo cuando nos llama a la salvación. El Espíritu Santo nos hace conscientes de que algo falta en nuestra vida y luego nos señala a Cristo como la respuesta.
Sin el Salvador, estamos perdidos y sin esperanza. Todos nacemos con una naturaleza pecaminosa que está alejada de Dios. El Padre, que es santo y perfecto, exige santidad en su presencia. Por lo tanto, el castigo por el pecado es la muerte, la separación eterna de Él. Pero Dios nos ama, y para corregir esa situación, Cristo vino al mundo, vivió sin pecar y murió como sustituto de la humanidad. Él llevó el castigo por nuestro pecado.
La salvación es el regalo más grande. Para recibirlo, lo único que tenemos que hacer es creer en Cristo como nuestro Señor y Salvador. Entonces, Él permanece con nosotros y nos habla, guía y alienta con bondad hacia la santidad.
¿Ha sentido que el Padre celestial está hablándole? Si es así, no tarde más. Pídale perdón por sus pecados, acepte el sacrificio sustitutivo de Cristo por usted y decida seguirlo. Comuníquele su decisión a algún pastor o amigo cristiano de confianza, para que tenga un guía durante esta nueva y hermosa peregrinación de fe.