Profeta Jessica Acevedo
Cada día debe ser uno de entender por qué estamos sobre la tierra, para qué estamos y en dónde estamos.
Cada día no se trata de hacer lo mejor o lo máximo, más bien de esforzarnos por tener gratitud, tener empatía, dar misericordia, perdonarme, perdonar y amar, no solo a los cercanos o a la familia, sino también a quienes lo necesitan.
No restar mis esfuerzos a los de nadie, ni siquiera compararme, más bien tener paz y convencernos de que lo mejor es personal. Esto quedará guardado en los pensamientos de tu corazón y lo transmitirás a otros.
Mañana no sabes dónde estarás y ni dónde estuviste los días pasados; no sabes si volverás allí.
Entonces, no se trata de avanzar o correr de prisa, ni de vivir cada día como el último, ni siquiera vivir afanado por el último día; se trata de que, si es el último, puedas estar en paz por lo que hiciste o no.
Recuerda, este es tu camino en la tierra, pero también es tu camino de fe, no el de otros. Construye con el corazón de Dios y siempre tendrás cosechas a través de tus semillas de fe. Cuando tu fe está en tu camino; recuerda que tus pensamientos no te limiten, pues todo lo demás será efímero.
Mientras puedas, abraza tu vida como propósito eterno. No mires atrás para solo contar las pérdidas y los obstáculos, tampoco mires adelante pensando en lo mejor que vendrá. Mira tu presente, vívelo, siéntelo, acompáñalo y réstale a lo que crees que es necesario, pero que verdaderamente tengas paz contigo mismo.
Al final de este camino terrenal solo serás tú, tu alma y Dios. Pero si de verás estás preparado para el próximo camino, el celestial, allí no llevarás nada de la tierra, pero sí llevarás tu alma. Entonces, que cada día tu alma se prepare para la que llevará a ese segundo viaje.
Mateo 24:35: Todo en la tierra pasará… Pero, ¿qué llevarás para tu próximo viaje de fe?