Capellán Madeline Merced
Es importante recordar que el perdón es una decisión, no una emoción. No siempre sentimos el deseo de perdonar; de hecho, muchas veces puede que no sintamos ganas de hacerlo. Pero Dios nos llama a perdonar, no porque la otra persona lo merezca, sino porque nosotros hemos sido perdonados.
Como dice Colosenses 3:13 (NVI): “De modo que, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de compasión, bondad, humildad, amabilidad y paciencia. Sopórtense unos a otros, y, si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que el Señor los perdonó”.
Perdonar significa enfrentar el dolor de la ofensa, traerlo a la presencia de Dios y decidir soltarlo. Significa orar por la persona que nos ha herido y bendecirla, aun cuando no lo sintamos. La clave es llevar la ofensa a los pies de Jesús, sabiendo que Él llevó todas nuestras cargas y pecados en la cruz. Si decimos que hemos perdonado, pero seguimos recordando la ofensa y manteniendo el rencor, entonces no hemos perdonado de verdad.
El poder del perdón para liberar y sanar
Cuando perdonamos, experimentamos la libertad que solo Dios puede dar. Nos liberamos de la amargura, el rencor y la ira que nos atan al pasado. Y no solo eso, sino que también abrimos la puerta para que Dios obre en nuestras vidas de manera más profunda.
En 1 Corintios 13:4-8 (RVR1960) se nos recuerda lo que significa el verdadero amor: “El amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”.
El amor de Dios en nosotros nos capacita para perdonar. No se trata de olvidar lo que nos han hecho, sino de liberarnos del poder que esa ofensa tiene sobre nosotros. Cuando perdonamos de todo corazón, podemos experimentar la paz y la libertad que solo Dios puede dar. Él sana nuestras heridas, restaura nuestras relaciones y nos permite avanzar con gozo y esperanza.
La libertad en Cristo a través del perdón
Queridos hermanos y hermanas, el perdón es una puerta que nos lleva a una vida de libertad y bendición. Dios nos ha dado su amor y su gracia para que podamos perdonar a quienes nos han ofendido. No importa cuán grande sea la ofensa, ni cuán profundo sea el dolor; Dios nos llama a soltar, a perdonar y a confiar en que Él traerá sanidad a nuestro corazón.
Si hoy te encuentras luchando con la falta de perdón, te invito a que vengas delante de Dios, que derrames tu corazón ante su presencia y que le pidas que te dé un corazón perdonador. Pídele a Dios que derrame su amor sobre ti y que te ayude a soltar cualquier ofensa, rencor o amargura. Recuerda que en Cristo todo lo podemos, y que su amor y gracia son suficientes para liberarnos de cualquier carga.
Como dice la escritura en Filipenses 4:13 (RVR1960): “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Que la gracia divina de Dios esté sobre cada uno de ustedes, y que experimenten la libertad y el gozo de perdonar, así como Cristo les ha perdonado.