Juan José Díaz Díaz
Especial para Presencia
No, no estoy loco, ni estoy siendo sarcástico. La verdad es que se acerca un plebiscito de estatus, y en Puerto Rico ya no hay independentistas ni estadolibristas.
Puede, sí, que esta aseveración resulte incómoda para algunos, pero la historia confirma que lo que planteo es la ‘puritita’ verdad.
En Puerto Rico, la fórmula del Estado Libre Asociado fue la dueña y señora, la macaracachimba, desde 1952 hasta 1993. Durante esos 41 años, los promotores de la independencia y la estadidad solo podían aspirar a un segundo o tercer lugar en cualquier consulta de estatus. Fueron cuatro décadas en las que los populares o estadolibristas comían en la mesa de los adultos, y los independentistas y estadistas comían en la de los niños. Sin embargo, en 1993, todo cambió.
Era el primer año de la administración del doctor Pedro Rosselló González, y se llevó a cabo un plebiscito de estatus en el que, para sorpresa de la mayoría, aunque el ELA volvió a ganar (con 48.6%), la estadidad quedó en un segundo lugar bien pegadito (con 46.3%). O sea, que el ELA había bajado del 60.4% que obtuvo en el plebiscito de 1967, mientras que la estadidad aumentó del 39% que obtuvo en esa misma consulta.
Pero no los quiero marear con estadísticas y comparaciones, porque lo que importa es que ese día, el 14 de noviembre de 1993, los independentistas y estadolibristas vieron, por primera vez, que los estadistas iban en serio. Ese día comprendieron que la estadidad es posible, en especial, si el gobernador de turno es estadista.
Así las cosas, para el 15 de noviembre de 1993, comenzaron a desaparecer los independentistas y los estadolibristas. Desde entonces, se convirtieron en una coalición contra la estadidad. Sí, por los pasados 23 años, en Puerto Rico solo existen estadistas y anti-estadistas. Los independentistas y estadolibristas genuinos son una ínfima minoría. Por esa razón es que tanto populares como independentistas, se unen cada cuatro años para tratar de evitar que un estadista gane la gobernación. Por eso, inclusive, en las últimas convenciones del partido popular, en lugar de hablar de las bondades del ELA, realizan talleres sobre “los peligros de la estadidad”.
Por esa razón es que se les hace tan difícil definir el ELA, pues la realidad es que su razón de ser es evitar la estadidad, en lugar de fortalecer el ELA.
En el caso de los independentistas, es exactamente lo mismo. La única diferencia, es que, en términos de publicidad, ser independentista está “gufiao”. ¿Por qué creen que tanto joven universitario cree en la independencia, pero cambian de parecer según entran a la adultez? Sencillo, porque ser independentista te hace lucir subversivo, libre para decir y hacer lo que te da la gana, y muchas otras cosas ‘in’… hasta que tienen que pagar la comida y ven que con decir que creen en la soberanía, ni les da, ni les sobra.