Jayleen Rodríguez
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LUQUILLO – Mar Sin Barreras reabrió sus instalaciones en el balneario La Monserrate, en Luquillo, el pasado sábado, 31 de julio, con cuatro sillas anfibias que permiten la transportación del participante por la arena, un mural y rampas especializadas para que toda persona con diversidad funcional o persona de la tercera edad pueda disfrutar del mar.
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En el evento, la directora de la Oficina del Gobernador, Caridad Pierluisi, en representación del se comprometió con gestionar el acuerdo de comanejo en las instalaciones de Mar Sin Barreras entre los lideres comunitarios del proyecto Impacto y el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA). Además, mencionó que estaría comunicándose con los líderes comunitarios para efectuar una reunión sobre una posibilidad de expansión del proyecto por otras costas de Puerto Rico.
La organización Foundation for Puerto Rico, con su programa Bottom Up Destination, tuvo la iniciativa de restaurar el espacio destinado para Mar Sin Barreras, en Luquillo, que a través de los años se había deteriorado debido a los huracanes, temblores y falta de mantenimiento.
La inauguración de Mar Sin Barreras se llevó a cabo con la participación especial de Rosimar Hernández, la joven que escribió el poema Mar Sin Barreras hace casi 30 años y que fue la primera persona con discapacidad funcional en entrar al mar en la inauguración inicial del espacio.
“En esta ocasión, Rosimar también fue la primera persona en entrar al agua”, dijo la líder comunitaria, Beira García.
Un equipo de voluntarios de SER de Puerto Rico (Sociedad de Educación y Rehabilitación de Puerto Rico) estuvo orientando y enseñando el proceso de cómo ayudar a los participantes a poder disfrutar del mar de manera segura.
Para restablecer las instalaciones de Mar Sin Barreras, Foundation for Puerto Rico hizo una alianza con varias organizaciones sin fines de lucro como: Cromápolis, Proyecto Impacto, Organización SER de Puerto Rico, la administración municipal de Luquillo, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales y el Departamento de Rehabilitación y Corrección.
En la parte frontal del edificio, Cromápolis pintó el mural comunitario más grande que como organización han realizado. El mismo está inspirado en mostrar la inclusión de las personas con alguna discapacidad de movilidad.
Por otro lado, se explicó que todo el trabajo de restauración -tanto del edificio como el techo- se pudo realizar gracias a la colaboración comunitaria y la mano de obra ofrecida por parte de un grupo de confinados del Campamento El Zarzal, en Río Grande.
“Arreglar el techo no estaba en el proyecto inicial, pero en el proceso hicimos la gestión de investigar en cuánto saldría arreglarlo, y descubrimos que tenía un costo demasiado alto para nosotros los voluntarios, por lo que hicimos una campaña #donatupanel donde logramos recaudar la cantidad de paneles requerida para restaurar. Un trabajo que tenía un costo de más de $40 mil lo logramos hacer con la colaboración y mano de obra comunitaria”, manifestó García.