Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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A poco que nos adentremos en los diversos paisajes de la vida, descubriremos un sin fin de contradicciones humanas que, en lugar de esperanzarnos, nos injertan en el alma desconsuelo y preocupación. Con sobrado fundamento, la globalizada ciudadanía, camina entre la conmoción y el horror, por el trato que dan los poderosos, o los extremistas violentos, a poblaciones inocentes y, en particular, a niños y mujeres.
Ya está bien de sembrar tantas crueldades; sin duda, la más necia, la del ser humano contra sí mismo.»
Sin duda; ante estas bochornosas realidades, verdaderamente tormentosas, necesitamos líderes con visión de futuro, no personas ancladas en el pasado, que se atrevan a soñar con otro mundo más de todos y de nadie. Por ello, deberíamos considerar nuestra razón de ser como especie vinculada, en su desarrollo, a la necesidad de la construcción de sociedades inclusivas en la que todos los actores son protagonistas.
Resulta preocupante la reducción de los espacios democráticos, la proliferación de leyes restrictivas que limitan los derechos de los medios de comunicación y las libertades, la falta de compasión por vidas humanas, las graves violaciones que a diario se producen en todos los rincones del planeta por gentes sin escrúpulos; todo ello como producto de un enfermizo cohabitar de envidias, codicias, y luchas por el poder.
Esperemos que algún día, no muy lejano, el dominio se ejercite con clementes propósitos y pase de estar, únicamente en manos privilegiadas, a ser una concesión de servicio con opción universal y tiempo acotado.
Ya está bien de hacer oídos sordos, cualquier tipo de crueldad deshumanizadora es inaceptable en todos los contextos y no puede justificarse bajo ningún concepto. Si se dice que «nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes», es nadie, porque más allá de reafirmar nuestra responsabilidad con los derechos inalienables de los seres humanos, tenemos el compromiso de alzar nuestra voz y tomar medidas en nombre de esas personas torturadas.
A mi manera de ver, las sociedades tienen que aprender a resolver sus disputas de forma pacífica, con instituciones eficientes y lideres justos, donde prevalezca el derecho de las personas al desarrollo y se respeten las libertades fundamentales.
Por desgracia, son muchos los lugares del planeta donde se sospecha que los servicios de seguridad suelen privar de libertad, arbitrariamente, a ciudadanos.
Ya está bien de sembrar tantas crueldades; sin duda, la más necia, la del ser humano contra sí mismo. Se hace necesario, por consiguiente, comprometerse en favor de una asistencia más humanista, enriquecida con diálogo y con espíritu conciliador.
En este momento, el nivel de la crueldad es tan grave que verdaderamente asusta a cualquiera, con el aluvión de incitaciones a la venganza y a la condena, mediante penas o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de una tercero, información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar a esa persona o a otras.
Ojalá el mundo se convenza de apoyar incondicionalmente a las víctimas de los mil tormentos que nos inundan en el momento presente, movilizando ayudas y previniendo nuevos casos para el futuro. Sin duda, saldremos ganando todos. Al fin y al cabo, nadie puede destruirnos, excepto nosotros mismos. ¡Qué pena, ser nuestro peor enemigo!