Por: José Delgado Ortiz
Director de la Comisión para la Seguridad en el Tránsito (CST)
Algunos países definen la acción de fumar mientras se guía como una distracción tan peligrosa como el celular, estar bajo los efectos del alcohol, llevar niños alborotando o llorando en el automóvil, leer periódicos u otros documentos, o manipular un radio mientras se conduce.
Para algunos el alcohol y la velocidad son la causa principal de un choque. Otros atribuyen el detonante mayor al uso del celular. Nuestra posición en la Comisión para la Seguridad en el Tránsito es que guiar fumando es también un riesgo extremo, tan similar a “volar bajito”, estar borracho, y realizar o recibir llamadas y mensajes en el inalámbrico, cuando se está al volante.
Esta categorización nuestra no descansa en las estadísticas, sino en los hallazgos de un estudio realizado en España que literalmente describe a un conductor fumador como un ciego detrás del guía. Sostiene que éste cuando viaja solo tarda un promedio de 4.1 segundos en buscar la cajetilla, sacar el cigarrillo y encenderlo, tiempo en que recorre unos 113 metros de distancia a 55 millas por hora.
En ese tiempo, distancia y velocidad, suelta en ocasiones el guía, se limpia las cenizas que caen en el pantalón o falda, usa las rodillas para conducir, pierde la concentración y aparta la vista de la carretera.
Cualquiera de estas reacciones provoca fácilmente una colisión, tal vez con la misma frecuencia con que ocurren por el celular, el trago y el acelerador.
Conciliar el disfrute de un cigarrillo con la responsabilidad de conducir envuelve tomar conciencia de que se debe prestar más atención a la vía pública y menos a esa distracción. La seguridad es la decisión más sabia cuando se guía. Esta no se logrará si por un instante olvidamos que estamos guiando y dejamos que el placer de fumar logre dominar nuestros sentidos.