Por: Livio Ramírez del Ministerio Dios Habla Hoy
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Una de las historias más patéticas en toda la Biblia surge cuando todo un pueblo de cuatro millones de personas estaba viviendo como nómadas en el desierto, con todos los problemas que podía tener un pueblo.
Necesitaban comida, agua, techo, ropa y medicinas; necesitaban esperanza y sentido de dirección. Éste era el pueblo israelita, recién libertado de Egipto, y sacado al desierto por su líder Moisés. Pero el pueblo murmuraba, se quejaba y protestaba. El pueblo israelita, hastiado por la falta de agua potable, y de otras necesidades básicas se amotinó y se rebeló.
La ira de Dios se encendió entonces contra ellos, por medio de millares de serpientes que los atacaban y mordían. El veneno de estas serpientes le envenenaba la sangre, les causaba fiebres altas, y morían. El pueblo, arrepentido de su rebeldía, clamó entonces a Dios, y el Señor dijo a Moisés: Hazte una serpiente de bronce, colócala en una vara en medio del campamento, y todo aquel que ha sido mordido por serpientes que mire la vara, y el que mire con fe, será sanado. (Núm. 21:8-9)
Cuando el Señor Jesús habló con Nicodemo acerca del nuevo nacimiento, recordó este incidente del desierto, y dijo: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en Él cree no se pierda más tenga vida eterna. (Jn. 3:14-15)
La historia de las serpientes venenosas, y su mordedura mortal, es el símbolo del pecado y la salvación; de la salvación que es por la fe en Cristo Jesús. No había ninguna virtud en la serpiente de bronce hecha por Moisés; la virtud estaba en la mirada de fe, creyéndole a Dios; en la fe que se ponía en la promesa de Dios, cuando Dios dijo a Moisés: Todo el que mire a la serpiente de bronce con fe, será sanado. El secreto estaba en creerle a Dios. Del mismo modo, no hay virtud alguna en la cruz de madera donde Jesús fue crucificado; no hay virtud alguna en sus clavos, ni en las espinas de su corona; no hay virtud alguna en una estatua o en una imagen simulando a Cristo crucificado.
Poner la mirada en estas cosas es atentar contra los mandamientos, puesto que Él dijo: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra; no te inclinarás a ellas, ni las honrarás. (Ex. 20:4-5)
Amado amigo y hermano, hoy te invitamos a recibir el perdón de todos tus pecados, y a recibir la vida abundante que el Señor promete a todos los que depositen su mirada de fe en Él. Como Jesús le dijo a Nicodemo, tú también tienes que nacer de nuevo en el Espíritu. Simplemente tienes que reconocer que eres pecador, arrepentirte de todos tus pecados, y creerle a Dios. La virtud está únicamente en la fe que se pone en la promesa de Dios para ti y tu descendencia: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. (Hch. 16:31)