Por: Gina Delucca
Escritora Invitada
Pica que pica. Muele que muele. Cada dos meses, cuando se me acaban (o regalo) todos los candungos de sofrito, tengo que experimentar la deliciosa tarea del pica que pica y muele que muele. Cada vegetal, cada yerba y cada condimento me enseñan una lección. Me embarco en un viaje místico, donde la imaginación no puede frenar y el alma se alimenta…
Pica que pica. Muele que muele. Todo a mano. Así eran los sofritos de las parientas de antaño, antes de que se inventaran las licuadoras y los procesadores. Ellas me enseñaron a hacer el mejor sofrito del mundo… bueno, al menos de Puerto Rico… al menos de Yabucoa. Sofrito 101 se llamó la clase y produjo un «sofro» chiquito, el cual tiene aceite de oliva, pimientos morrones, miel, albahaca, perejil y cuanta yerba adicional se encuentre. Nótese que no tiene nada con glutamato de monosodio, ni con cubitos artificiales, ni con sazones de cajita o sobrecito.
El sofrito yabucoeño es un sabroso y 11 aromático mundillo lleno de inspiración.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseña el recao largo? El recao largo parece una yerba cualquiera. Y el que no sabe, la pisa y la ignora. Sólo los que saben la recogen y aprecian su olor y su sabor. Así es nuestro Padre con los despreciados de este mundo. Él conoce su esencia y su valor.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseña el recao cortito? Sencillo.
El gusto tiene diferentes formas y matices. Así son las personalidades de la gente. Pero siempre algo bueno nos dará.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseñan los ajos? Pequeños, pero incisivos, como los niños. Menudos, pero llenos de esencia, como los niños. Un niño da alegría a un lugar triste, como un solo ajo da gusto a una sopa rala. Y cuando se les da calor, como pasa con los niños, los ajos dejan su sabor picante y se ponen dulces.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseñan las cebollas? Titi Monona me ha enseñado que cuando pico la cebolla debo cerrar la boca, porque si no, acabo llorando. ¡Qué interesante! Hay veces que como único se evitan las lágrimas es precisamente cerrando la boca. Evitas las de otros y, naturalmente, las tuyas.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseñan los pimientos? Con ellos he aprendido acerca de la oquedad de algunas cosas y alguna gente. Hermosura por fuera y sólo pepitas amargas adentro. Con cosas y gente así, sólo vale la pena comerse la cáscara y lo que está debajo. De eso se trata un pimiento. Y en parte de eso se trata el tratar con gente hueca. No vale la pena profundizar.
Pica que pica. Muele que muele. ¿Qué me enseñan los ajíes? Diferente a los pimientos, la cubierta es arrugada y feíta. Aquí, la oquedad se revela rápido. Ciertamente, hay gente que de mirarlas uno sabe lo que dan y lo que no dan.
CONTINÚA…
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