Laurie Sánchez Mambrú
Psicóloga consejera – Lic. n.º 007074
“Doctora, me acaban de decir que tengo cáncer de seno… ¿Cómo le explico a mis hijos que tengo miedo de no verlos crecer?”
Esta frase, pronunciada entre lágrimas, resume la tormenta emocional que muchas personas enfrentan tras recibir un diagnóstico de cáncer. En un instante, la vida cambia, surgen el miedo, la incertidumbre y la sensación de pérdida de control. Desde la perspectiva psicológica, este proceso requiere acompañamiento empático, estrategias de afrontamiento y redes de apoyo sólidas.

Uno de los primeros pasos terapéuticos es validar las emociones del paciente. No se trata de eliminar el miedo, sino de reconocerlo y aprender a gestionarlo desde la autocompasión y el autocuidado. El acompañamiento psicológico favorece la aceptación del diagnóstico y permite que la persona retome el control de su tratamiento, su cuerpo y su vida.
El apoyo familiar también es determinante. Sin embargo, no todas las familias saben cómo acompañar adecuadamente. A veces, los intentos de “proteger” generan ansiedad adicional. Por eso, la orientación psicoeducativa resulta esencial: enseñar a los cuidadores a escuchar, respetar los espacios emocionales y validar las reacciones del paciente puede marcar la diferencia en su recuperación emocional.
En la práctica clínica, se recomiendan intervenciones como la terapia cognitivo-conductual, el mindfulness y las técnicas de relajación, que ayudan a reducir la ansiedad y fortalecer la resiliencia. Los grupos de apoyo (presenciales o virtuales) son igualmente valiosos, ya que fomentan la esperanza, promueven la identificación y combaten el aislamiento social.
El rol del psicólogo en el proceso oncológico va más allá del manejo emocional. Involucra la adherencia al tratamiento, el manejo del dolor, la reconstrucción de la autoestima corporal tras una mastectomía y la reintegración social. Cada etapa exige un abordaje distinto y sensible a las particularidades de cada historia de vida.
El acompañamiento psicológico no busca únicamente aliviar el sufrimiento, sino también restaurar el sentido de propósito, esperanza y dignidad.
Como profesionales, debemos recordar que detrás de cada diagnóstico hay una historia, una familia y un sueño que aún merece ser vivido. El cáncer de seno no define a la persona; la fortaleza, el amor y la capacidad de resiliencia sí lo hacen. Acompañar desde la empatía y la escucha genuina convierte la vulnerabilidad en fuerza y la incertidumbre en crecimiento.
En palabras que suelo compartir con mis pacientes:
“No estás sola. Tu valor no depende de tu diagnóstico, sino de tu capacidad de seguir amando la vida, incluso en medio del miedo”.
En Centro T-Apoyamos, estamos para acompañarte en cada paso de este proceso, ofreciendo apoyo psicológico, orientación emocional y un espacio seguro para sanar desde la mente y el corazón.
Fuentes: American Cancer Society, National Comprehensive Cancer Network (NCCN), Sociedad Americana de Psicología (APA), Spiegel, D., & Classen, C., Journal of Clinical Oncology.



