Lic. Juan C. Santiago de Jesús
Consejero Profesional
Concilio de Salud Integral de Loíza
Hablar de salud mental y del uso de sustancias en Puerto Rico es más necesario que nunca. Lo que antes era un tema tabú hoy refleja una crisis evidente. Ejemplo de esto son las muertes por fentanilo en Puerto Rico en los últimos años, donde en 2022 se registraron 636 muertes por esta droga. Es por esto que requerimos desarrollar modelos salubristas o un enfoque salubrista para trabajar con la problemática del uso de sustancias, donde se mire al sujeto desde una mirada biopsicosocial, abordando el problema desde todas las esferas, separando la enfermedad de los actos delictivos.
Según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA), la adicción es “una enfermedad crónica y tratable que implica cambios en el cerebro, afectando el autocontrol, el comportamiento y la toma de decisiones”. Esto quiere decir que la recuperación no se trata únicamente de “tener fuerza de voluntad”, sino que se trata de una condición compleja que incluye síntomas físicos y aspectos psicológicos como la ansiedad y la depresión, y barreras sociales que dificultan el proceso. Por eso, apoyar sin juzgar y promover entornos seguros puede ser clave para que la persona decida buscar ayuda.
La adolescencia implica una etapa de exploración, donde la presión de pares juega un rol esencial. Retrasar o prevenir el consumo en la adolescencia disminuye el riesgo de problemas de memoria, aprendizaje, impulsividad y adicción. La prevención requiere educación, acceso a recursos y romper el estigma que aún pesa sobre el tema. El estigma silencia y retrasa la búsqueda de ayuda, perpetuando el sufrimiento.
Las drogas siempre han estado presentes en las sociedades. Pretender erradicarlas por completo no es realista. Para abordar dicha problemática, es necesario construir espacios seguros para el diálogo, facilitar el acceso a tratamientos, incluyendo metadona o buprenorfina, ofrecer apoyo sin exigir abstinencia total y garantizar la disponibilidad de Narcan/naloxona (medicamento para revertir sobredosis de opioides) en hogares, escuelas, comunidades y espacios públicos. Su uso oportuno marca la diferencia entre la vida y la muerte.
La recuperación va más allá de dejar de consumir. Implica reconstruir la vida, sanar relaciones, mejorar la salud mental y física y redescubrir propósitos personales. Es un proceso único para cada individuo, que requiere tiempo, acompañamiento y acceso a servicios integrales.
En el Mes de la Recuperación, recordemos que esta es posible cuando se trabaja desde la compasión, información y acceso real a tratamiento. Hablar abiertamente del uso de sustancias sin criminalizar ni juzgar puede marcar la diferencia. La salud mental y la recuperación son derechos, no privilegios. Para más información, puede comunicarse al 787-876-2042.



