Nydia Ramos
Temores que te alejan de Dios:
Miedo al fracaso: Dudar de la capacidad de Dios para sostenernos en nuestras dificultades.
Hubo un momento en mi vida en que estaba sola con mis hijos, el dinero no me daba. Sentía que iba a fracasar en sostener a mis hijos y mis deudas. Tenía miedo. Busqué otro trabajo en las noches. ¿Saben qué? No hacía falta ese segundo trabajo, hacía falta una buena planificación de mi presupuesto. Pero el temor a fracasar me impulsó a buscar un empleo adicional.
“Esfuérzate y sé valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” (Josué 1:9)
Miedo a la soledad: No confiar en que Dios siempre está presente, incluso cuando nos sentimos solos.
Cuando nos acercamos a Dios, tenemos que alejarnos de cosas y personas que nos pueden alejar de Dios. Son decisiones importantes para intimar con Dios. Tenemos que dejar de frecuentar lugares o personas. Ejemplo: ir a lugares a bailar, fumar o beber. Confía, no te va a hacer falta dejar ciertas cosas en tu vida.
“No te desampararé, ni te dejaré”. (Hebreos 13:5)
Miedo al rechazo: Temer que seguir a Dios nos aleje de personas que valoramos.
Cuando me convertí, me hicieron ‘bullying’, inclusive de la misma familia. No puedes usar pantalones, eres ahora aleluya, qué aburrida, no me vas a convertir, etc. Dios ha sido bueno; muchas de estas personas ya le sirven al Señor.
“Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31)
Miedo a la muerte: Falta de confianza en la promesa de la vida eterna.
Vivimos los momentos; queremos disfrutarlo todo antes de llegar a la tercera edad o morirnos. Tenemos prisa por hacer muchas cosas en este mundo. Cuando conocemos a Dios, Él nos enseña que morir es ganancia; todo cambia. Se te quita la prisa porque sabes que tienes vida eterna.
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. (Juan 11:25)
Miedo a la incertidumbre: No creer que Dios tiene el control sobre el futuro.
Hay decisiones que Dios nos pide y tenemos que hacer. A veces nos atemorizan los cambios que tenemos que hacer. Ejemplo: No voy a compartir mi dinero con otros porque me va a hacer falta.
“Porque yo sé los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. (Jeremías 29:11)
Miedo a perder el control: Aferrarnos a nuestras propias fuerzas en lugar de depender de Dios.
Queremos hacerlo nosotros mismos porque nadie lo hace mejor que nosotros, pero Dios quiere que cuentes con Él. Yo le pido permiso para todo a Dios. Ejemplo: Le pido que me diga qué hablar y qué callar, si viajo o no, etc.
“Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”. (Proverbios 3:5)
Miedo al sufrimiento: Evitar el propósito de Dios por temor a la dificultad o el dolor.
¿Qué hacen muchos para evitar el dolor? Beben, se ponen rebeldes, se esconden, toman consejos de personas que te pueden llevar a más dolor, etc. Si te entregas al Señor, tienes decisiones y tareas que tú crees que te van a causar más sufrimiento y es todo lo contrario. Dios alivia tu cara. El sufrimiento viene de las cosas del mundo. Dios quiere libertarte.
“Porque esta momentánea leve tribulación nuestra, nos produce un cada vez más y eterno peso de gloria”. (2 Corintios 4:17)
No importa cualquier sufrimiento o proceso que estés pasando o puedas experimentar, la gloria que experimentamos con el Señor excede toda prueba que podamos pasar. Él nos da la paz para pasar la prueba.