Por: Phillip Arroyo/ Para Presencia
Exbecario de Casa Blanca y estudiante de Derecho
Vivimos en una época de mucha dificultad económica en nuestra Patria; el desempleo rampante que limita e incluso aniquila el poder adquisitivo de nuestra gente, la ola criminal que parece jamás tener fin, la pobre calidad o ausencia total de sistemas de transportación pública, el eterno reto de asegurar que cada puertorriqueño y puertorriqueña tenga acceso equitativo a un seguro de salud y la triste e injusta realidad de que los niños provenientes de familias con recursos son los que reciben una educación de calidad y bilingüe.
En fin, el sentir de la abrumadora mayoría de nuestro pueblo es que ya no queda esperanza en resolver las problemáticas que nos aquejan. Además, la confianza depositada en nuestros líderes ha sido duramente lacerada durante la última década por lo que nuestra gente ya no sabe a quién mirar en busca de liderato que nos lleve hacia el camino de la materialización de un mejor Puerto Rico.
En el distrito de Carolina – de donde soy – no somos la excepción cuando se trata de las problemáticas mencionadas anteriormente. Como orgulloso carolinense, proveniente del humilde Barrio Martín González, he visto como nuestra gente ha sufrido la pérdida de un hijo a manos de la criminalidad y el narcotráfico; he visto cómo familias se ven obligadas a estirar el peso para pasar la quincena. No solo lo he visto, sino que lo he vivido en carne propia y de manera muy personal, porque sé lo que es pasar necesidad y como padre de una hermosa niña de cuatro añitos, me preocupo – al igual que todos los padres y madres de Puerto Rico – sobre cuál habrá de ser el Puerto Rico que ellos heredarán. Es una responsabilidad moral de cada uno de nosotros como puertorriqueños asegurar que le dejemos a nuestros hijos un mejor Puerto Rico que el que tuvimos nosotros.
La característica y la cualidad más llamativa del puertorriqueño es nuestro don de ayudar al prójimo. Esto también lo he vivido personalmente al ser bendecido por amistades y familiares que siempre están ahí en las buenas y las malas. Al principio de éste, mi primer escrito, mencioné cómo nuestro pueblo ha perdido la esperanza; hoy argumento que sí la hay.
Esa esperanza no se debe centrar en buscar un mesías que nos salve del desastre en que vivimos. La figura de liderato de nuestra patria somos nosotros mismos.
Desde el taxista que conduce a nuestros turistas, el panadero que madruga todos los días y nos tiene el cafecito y el pancito que tanto nos encanta; la maestra que se entrega a la educación de nuestros niños, y el policía que aguarda por nuestra seguridad poniendo su vida en riesgo. TODOS, todos, somos forjadores del destino de nuestra Patria.
Por eso, felicito a mi amigo el Dr. Ricardo Rosselló, al éste ya crear un movimiento de pueblo donde a pesar de la tempestad de la tormenta económica en que vivimos, ha logrado sentar las bases para que juntos podamos llevar a Puerto Rico a puerto seguro. En mis próximos escritos, estaremos analizando y haciendo una radiografía de los problemas centrales de nuestro distrito de Carolina para identificar con mayor precisión las mejores alternativas para juntos como pueblo remediarlas.
Un mejor distrito de Carolina y un mejor Puerto Rico es posible… Solo queda una interrogante por efectuar: ¿Están listos? Nuestras futuras generaciones nos necesitan. El momento es ahora… Hagamos Patria.
El autor actualmente es estudiante de Juris Doctor en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. A los 29 años, y siendo el único interno puertorriqueño en ese momento, laboró en la Oficina del Vice Presidente de los Estados Unidos Joe Biden, donde analizaba asuntos domésticos y económicos como parte de su experiencia en la Casa Blanca.
Arroyo trabajó también en el Departamento de Estado como Asesor de Asuntos Federales. Fungió además como Asistente Legislativo del expresidente del Senado Kenneth McClintock Hernández del 2005 al 2008. Poco antes de trabajar en el Senado, en el 2004, Arroyo fue interno en el Congreso de los Estados Unidos habiendo laborado en la oficina de la Congresista Linda Sánchez en Washington, D.C.