Raquel M. Pacheco Tosana
Pastora de jóvenes, Iglesia Evangélica Wesleyana de Santurce
En la noche en que Jesús nació, los pastores pudieron escuchar un coro de ángeles cantar: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14).
Es interesante estudiar en qué instancias aparecen los ángeles en la Biblia. Los querubines son mencionados por primera vez en Génesis 3:24, su tarea era asegurarse de que el ser humano no tuviera acceso al jardín del Edén, tras el conflicto que causó la caída del hombre. Fue este suceso el que estableció la necesidad de ser reconciliados con nuestro Creador.
Cabe señalar que lo último que Dios comunicó a los profetas previo a lo que muchos teólogos han denominado como 400 años de silencio (el lapso de tiempo entre el Antiguo y Nuevo Testamento) fue su disgusto por la infidelidad de los esposos hacia sus esposas (Mal 2:14), otro conflicto. Este silencio finalizó con una temporada de mucho movimiento angelical, el cual precedió al nacimiento de Jesús. Fue un ángel quien le anunció a la virgen María que concebiría un niño (Lc 1:31). Además, un ángel se le presentó a José en sus sueños (Mt 1:20). Se trataba del momento tan anticipado por la humanidad en que Dios accionaría para reconciliar a los seres humanos a través de Jesucristo, su Hijo.
Interesantemente, según nos narra Génesis 32, en la víspera de la reconciliación entre Jacob y su hermano Esaú, Jacob luchó con un ángel, fue aquella noche cuando Dios cambió su nombre a Israel. A pesar de que Israel (el que lucha) y Esaú se reconciliaron, lamentablemente hoy nos toca ver a Irán (descendientes de Esaú) e Israel en guerra.
En este tiempo, necesitamos una temporada de movimiento angelical que preceda procesos reconciliatorios entre naciones, matrimonios, hermanos (biológicos o espirituales). Es un buen momento para reconciliarnos con Dios, para recordar que Dios “nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5:18).
Oremos para que, ahora y siempre, haya “en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”.