(Foto/Archivo)
Apóstol Yanick Quiles
Unos han decidido llorar y renunciar a la vida. Dejar todo por lo cual han luchado porque están experimentando un momento de dolor. Mientras otros se levantan con los pies llenos de fe, valentía y corazón lleno de esperanza porque saben que no serán avergonzados.
Nadie nos prometió que no experimentaría los momentos menos buenos en la travesía de nuestra existencia.
Solo Jesús nos invitó a tomar nuestra cruz, nuestra responsabilidad. Aun con todo lo que creías, que no podías y te invito a seguir. Aunque tal vez en el proceso te descalificas y te juzgaste te diste como perdedor. Él se acordó de ti.
En Filipenses 3:13, el apóstol Pablo, dijo: “13 hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 a prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
El apóstol Pablo tomó una decisión; “necesito olvidarme de las cosas pasadas, necesito mantenerme enfocado en la meta. No puedo distraerme con las situaciones que vendrán a desenfocarme de la meta”.
¿Cuál es tu meta? Tanto física como espiritual. ¿A dónde deseas llegar?
Pablo tenía claro lo que tenía que soltar para avanzar. Sabía que el pasado siempre sería un obstáculo y todo aquello que hizo que no sentía orgullo por eso. Simplemente, tomó la decisión de soltarlo. Se prometió así mismo avanzar y esforzarse por lograrlo. Sabía a lo que se enfrentaba, era duro, no era fácil, pero dijo: “ciertamente no pretendo haberlo terminado, ser perfecto o el mejor. Es que aprendí el poder de una decisión. Yo prosigo a la meta”.
Te invito a tomar una decisión. ¿Cuánto tienes que soltar y cuánto debes extenderte?
Si te vas a extender a algo, entonces extiéndete para llegar a tu meta. Cada día hay un nuevo amanecer, un nuevo día, que solo te traerá una nueva oportunidad de decir, vuelvo a comenzar, vuelvo a enfocarme, vuelvo a extenderme. Comienzo de nuevo porque prosigo al premio, que no es otra cosa que el supremo llamamiento.
En otras palabras, la manifestación de tu propósito y la realización de tu destino.
Bendiciones, esperamos que esta palabra haya llenado tu corazón de fe para ser impulsado a lo mejor de Dios.