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Rvdo. Hernando Hernández
Pastor Iglesia Evangélica Unida de Villa Andalucía
Alguna vez te has preguntado, ¿para qué sirvo? Tal parece que las funciones más sencillas de la vida pasan desapercibidas y muchas veces por debajo del radar de lo que es esencial. Las personas que han tenido la oportunidad de acompañar de manera prolongada a alguien, por una situación difícil, han dado testimonio de cómo sus vidas fueron increíblemente transformadas e enriquecidas.
Es como si una bombillita se encendiera en el interior confirmándonos que el propósito sublime de ser un buen o buena samaritana (Lucas 10:25-37) alcanzará su clímax en la práctica. Cuando lo analizamos bien, las personas que viven solas, en algún momento tienen que ejercer el acompañamiento, sea porque tienen que ir a una cita, al supermercado, o recibir a un terapista. En nuestros días de tanta soledad podemos descubrir en el acompañamiento a otras personas, una nueva dimensión espiritual y emocional para nuestro ser. Tal vez de momento no nos imaginamos cómo, pero podría ser tan sencillo como preguntarle a alguien, y hacerlo con honestidad: «si algún día necesitas algo especial, y yo te puedo ayudar, no dudes en llamarme.»
Las puertas del acompañamiento podrían abrirse de maneras impensables. Busquemos oportunidades para el servicio a otros. Una buena excusa de por medio será, ¿de dónde saco el tiempo? Es una forma de decir no me interesa hacer los arreglos para cumplir con un propósito tan loable. Y quién sabe si podemos descubrir una nueva misión y vocación que le de sentido a una existencia que tiene que lidiar con tantos desafíos y frustraciones. Y para ser más enfático, solo Dios sabe si con nuestro acompañamiento estaremos salvando una vida de un atentado o una situación que lamentar. ¡Acompañemos y descubramos la satisfacción y el verdadero gozo de la vida!