Por: Livio Ramírez
Aunque muchos cristianos obedecen lo que ellos consideran los grandes mandamientos, como bautizarse y diezmar, están menos dispuestos a subordinar a Dios cada momento de su vida. Sin embargo, Dios ha salvado a cada uno de sus hijos con un propósito, y Él quiere que ellos lleven a cabo su plan. Una de las razones fundamentales por la que las personas no están dispuestas a ser dirigidas por Dios es que le temen al rechazo y al fracaso. Cuando Pedro negó a Cristo, le tuvo miedo a las consecuencias de ser un discípulo de Jesús. Él no recordaba que Satanás había pedido permiso para probarlo. Para estar disponible para Dios, debemos recordar varias cosas: en primer lugar, tenemos que entender que nada sucede que no sea ya parte del plan de Dios. En segundo lugar, es fundamental que nos arrepintamos de nuestros pecados, particularmente si no hemos tenido en cuenta la dirección de Dios. Pedro recibió el perdón de Dios después de negarle, y se convirtió en uno de los fundadores más influyentes de la iglesia primitiva.
En tercer lugar, tenemos que sufrir la preparación que nos da el Señor para el servicio. De vez en cuando experimentaremos momentos difíciles que nos prepararán para la tarea que Dios quiere que hagamos. Su propósito al permitir que Satanás tentara a Pedro fue preparar al discípulo para que éste fortaleciera a otros que enfrentarían más tarde persecuciones por causa de su fe. Si nos volvemos disponibles para Dios, también debemos recordar que Él nos prepara individual y específicamente para el servicio. Él nunca nos pedirá que hagamos algo para lo cual no nos haya dado los recursos y las capacidades para lograrlo. Por último, debemos rendir nuestra vida a la dirección del Señor porque no podemos vivir para Cristo si insistimos en hacer nuestra propia voluntad. Jesús vino a la tierra como siervo, y su deseo es que todos nosotros sigamos sus pisadas. Si sacrificamos nuestros deseos personales, y respondemos a su llamado de servir a los demás descubriremos que Él es infinitamente superior a cualquier cosa que pudiéramos jamás haber imaginado.
Amado amigo y hermano, ¿te has preguntado tú alguna vez cómo puedes agradar a Dios? Hay una sola manera de agradar a Dios y ésta es haciendo su voluntad. Es solamente cuando obedecemos su Palabra y somos fieles a Él que podemos agradar a Dios. Cuando los discípulos dijeron a Cristo, Señor, enséñanos a orar, Jesús les enseñó: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Lc. 11:1-2)
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