Madeline Merced, capellán
La Navidad es un tiempo de celebración, pero su verdadero propósito va mucho más allá de los regalos, las luces y las festividades.
En medio de todo el bullicio, es fundamental recordar que Cristo nació para mostrar el camino hacia la paz verdadera, la reconciliación con Dios y la transformación del corazón. Él es el regalo más grande que podemos recibir, un regalo de gracia, perdón y vida eterna.
Que en esta Navidad, al compartir con nuestros seres queridos, no olvidemos el verdadero significado de esta fecha: el nacimiento de nuestro Salvador, que nos invita a vivir con amor, compasión y fe.
La verdadera Navidad no está en los adornos, ni en los banquetes, ni en los regalos materiales que damos o recibimos. La verdadera Navidad es un recordatorio de que Dios nos dio el mayor de los regalos: su Hijo, Jesucristo. Él nació para darnos esperanza, para enseñarnos el amor incondicional y para ofrecernos la salvación.
Es un tiempo para reflexionar sobre el amor que se manifestó en el pesebre, en la humildad de un niño que vino al mundo para cambiarlo.
La Navidad es una invitación a abrir nuestro corazón y vivir de acuerdo a los valores de Cristo: perdón y generosidad.
Que este tiempo nos inspire a ser luz en la vida de los demás y a recordar que el verdadero regalo de la Navidad es el amor de Dios, que nunca se agota, nunca se acaba, y que siempre está disponible para todos.