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Dres. Carlos & Vidalina Echevarría
Psicólogos, Pastores y Consejeros
Quien tu eres hoy como persona, tu filosofía de vida y la manera como tu ves la vida en general tienen mucho que ver con tus memorias de la infancia. La manera que describes tus memorias y los sentimientos que van atados a esos recuerdos hablan de como eres y como vives hoy en tu adultez. Porque aún, sin darnos cuenta, seguimos siendo ese niñito o esa niñita pequeña que hace cualquier cosa para llamar la atención sea positivo o negativo. Muchas veces en esos recuerdos de la niñez hay recurrentes experiencias de gozo, pero también de dolor, miedos, humillación, búsqueda constante de aprobación e inseguridad.
La constante necesidad de aprobación, al igual que la inseguridad, es un tema que hablamos a menudo en nuestros seminarios y retiros de sanidad interior. Son muchos los jóvenes y adultos que admiten sentirse de esa manera y aceptan que las memorias de la infancia vividas les ha afectado tanto positiva como negativamente. Reconocen que se les hace difícil relacionarse con otros, tienen muchas relaciones fallidas o decepciones amorosas. Dicen hacer cosas que no desean porque no saben decir no, siempre quieren estar en control, por lo tanto, se les dificulta relacionarse con otros y aun relacionarse con Dios. Es bueno buscar en nuestra memoria y recordar esas etapas y eventos que nos llevan a reírnos de nosotros mismos y de nuestras travesuras.
Pero al momento que lo hacemos es muy importante buscar en el baúl de nuestros recuerdos y explorar las experiencias que te ayudarán a sacar para afuera tu potencial y extenderte echando a un lado tus debilidades y ponderando tus puntos fuertes. Sacarlos y compartirlos con otros es bueno, no para quejarnos o justificar nuestras actitudes erróneas, sino para reírnos de ellos, cosa que debemos hacer a menudo.
La risa es una de las mejores terapias; reírnos de nuestras experiencias no importando lo que nuestras memorias nos digan. Corrigiendo nuestros errores, no quedándonos estancados en el pasado sino creciendo y recordando lo que la Biblia nos dice: Cuando era niño hablaba, pensaba y razonaba como niño, más ahora que soy adulto dejemos lo que era de niño (1era Corintios 13:11-13). Busquemos la gracia y el perdón de Dios y preguntémonos a nosotros mismos: ¿qué niñerías tenemos que dejar ya? Y hazlo.
¡Dios te bendiga rica y abundantemente!