Por: Apóstol Wanda Rolón
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Apocalipsis 3:14-16)
La ciudad de La odisea fue fundada en el año 250 a.C… Su nombre significa la justicia del pueblo. A causa de su ubicación era una ciudad estratégica convirtiéndose en un gran centro comercial. Era la cede internacional de los más prestigiosos tejidos de lana y sus alfombras, además de una importante escuela de medicina.
En La odisea, se fundó la iglesia y hacía lo que tenía que hacer; establecer el reino y manifestar las obras del Espíritu Santo. En el trayecto la iglesia se acomodó tanto que se convirtió en una iglesia estéril. Ya no se asumían posturas, entendieron que a todo lo que aspiraban se encontraban en el terreno donde habitaban.
Cuando alguien está frío, no está en la búsqueda de justificarse; es un gran candidato para llegar a los pies del Señor. Una persona fría reconoce su incapacidad, su dejadez y su condición; está presto para recibir a Cristo.
La condición de la tibieza es abominación a Dios.
Cuando se es tibio se está en el momento de la justificación personal. La tibieza hace a las personas indiferentes, los saca de ser guerreros de primera fila. A los tibios se les apaga el espíritu de Dios en las vidas y su voz ni la de su espíritu le redarguyen.
Los calientes en el espíritu son los que llevarán el mensaje a los que están fríos. A los tibios, Dios les está dando una oportunidad para que entren en su fuego.
Tenemos que mantenernos firmes, orando, decretando y fervientes declarando la palabra de Dios. Dios es misericordioso, quiere darnos todo lo bueno, nos queda a nosotros arrepentirnos y buscarle.