Por: Livio Ramírez
Ser mundano o tener mentalidad mundana significa dedicarse o estar atado a los intereses terrenales, en oposición a las cosas espirituales. Este tipo de persona, más bien, se caracteriza por la indiferencia espiritual, la inestabilidad emocional, y por indisciplinado en cuanto a cumplir con las ordenanzas establecidas por Dios. Son rebeldes a Dios; tienen una identidad espiritual dudosa, y aman los deleites hasta el punto de satisfacer sus necesidades emocionales, no importándole ofender a los demás, y en el último análisis, a Dios mismo. Muestran un interés tibio por las cosas que tienen que ver con el reino de Dios; son fáciles víctimas de casi cualquier tentación o secta que se cruce en su camino. Defienden ciertas doctrinas raras, pero evaden los conocimientos verdaderamente substanciales en las Sagradas Escrituras. El apóstol Pablo, refiriéndose a este tipo de personas aconseja: A éstos evita. (2 Ti. 3:5)
Si luego de convertirnos nuestro Señor Jesucristo continuamos haciendo lo que hacíamos antes, es una indicación de que el nuevo nacimiento fue más bien un aborto. El apóstol Pablo dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Co. 5:17) El cristiano tiene que actuar de manera diferente ante situaciones adversas; tiene que reflejar el fruto del Espíritu; tiene que ser distinto a los que no han tenido aún un verdadero encuentro con Dios. Por eso, el Señor Jesús nos dijo: Vosotros sois la luz del mundo. (Mt. 5:14) Si actuamos igual que los del mundo, no estamos honrando esas palabras del Señor.
El evangelista Billy Graham dice en uno de sus libros: “La Biblia enseña que, debemos vivir en este mundo, pero no participar de sus males. Cuando me enfrento a algo de este mundo, me pregunto: ¿Viola esto en algún principio lo establecido en la Palabra de Dios? La mundanalidad no cae como avalancha sobre una persona, y la arrastra consigo. Es más bien, un mal lento y constante que erosiona la roca.” El cristiano espiritualmente preocupado es aquel que primeramente busca las cosas de Dios y su justicia, adopta una posición firme contra el maligno, identificándose plenamente con lo espiritual y no con lo del mundo. Goza de un buen grado de percepción y de discernimiento espiritual lo cual deriva de la oración y el caminar en el espíritu, y por ende no practica el pecado porque es nacido de Dios. Aunque estará lejos de ser perfecto, y habrá ocasiones en que se mostrará débil, y hasta caerá, buscará y experimentará una renovación constante al pie de la cruz. Sabrá perfectamente que el andar en el espíritu es vida y paz. Su deseo sincero será estar lleno de los frutos de justicia que son por medio de nuestro Señor Jesucristo, para gloria y alabanza de su santo nombre. El apóstol Juan nos exhorta: No amemos al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida no proviene del Padre sino del mundo. (1 Jn. 2:15-16)