Anette Quiñones
Terapeuta ocupacional y presidenta CPTOPR
Durante los pasados años, la conversación pública sobre las enfermedades mentales se ha centrado en los síntomas y en la medicación como principal respuesta. Sin embargo, en la actualidad se promueve una mirada más amplia y humana: el modelo de recuperación en salud mental. Este enfoque no se limita a controlar los síntomas, pues también busca que las personas puedan retomar su proyecto de vida, recuperar autonomía, fomentar la inclusión social y participar activamente en la sociedad.
El modelo de recuperación en salud mental parte de la premisa de que todas las personas, incluso aquellas que enfrentan diagnósticos complejos o experiencias difíciles, tienen la capacidad de vivir una vida plena y significativa. No se trata de “curar” en el sentido tradicional, sino de acompañar a la persona en la construcción de herramientas, hábitos y apoyos que le permitan participar en actividades valiosas para ella. La persona deja de ser vista solo como “paciente” y se reconoce como un ser humano con sueños, talentos, derechos y responsabilidades.
La recuperación no significa que los retos desaparezcan por completo, sino que cada persona pueda aprender a manejarlos y vivir de acuerdo con sus metas y valores. En este proceso, la terapia ocupacional se ha convertido en una disciplina esencial, porque trabaja directamente con lo que da sentido a la vida diaria: las ocupaciones.
A diferencia de otras disciplinas de la salud, que suelen centrarse en la enfermedad o en los síntomas, los terapeutas ocupacionales trabajan con las ocupaciones: esas actividades cotidianas que organizan el día, conectan con otros y permiten el desarrollo del ser humano.
La ocupación abarca desde lo más básico, como bañarse, vestirse o preparar alimentos, hasta aspectos más complejos como estudiar, trabajar, disfrutar del ocio o cuidar de la familia. Son acciones aparentemente sencillas, pero fundamentales para sentirse útil, independiente y parte activa de la comunidad.
Cuando una persona atraviesa un episodio de salud mental, muchas veces estas rutinas se ven interrumpidas. Puede perder la motivación, la energía o la confianza para realizar tareas que antes eran habituales. La terapia ocupacional ayuda a que el individuo recupere esas actividades y, al mismo tiempo, redescubra su capacidad para vivir con propósito.
El trabajo del terapeuta se extiende más allá del espacio clínico; se extiende a la casa, la escuela, el lugar de trabajo o la comunidad, dependiendo de las necesidades de la persona. Por ejemplo, un adolescente con depresión puede recibir apoyo para retomar su vida escolar y sus pasatiempos; una madre que atraviesa un trastorno de ansiedad puede trabajar estrategias para manejar la rutina familiar; y un adulto con esquizofrenia puede encontrar en la terapia ocupacional un camino para volver al empleo o participar en actividades comunitarias.
Este enfoque no solo atiende la salud individual, sino que también contribuye a reducir el estigma social. Al apoyar la inclusión en entornos reales, la terapia ocupacional demuestra que las personas con condiciones de salud mental pueden ser parte activa y valiosa de la sociedad.
Este modelo representa una transformación en la manera de entender y acompañar a quienes enfrentan estos retos. Ya no se trata únicamente de tratar síntomas, sino de reconocer que cada persona puede alcanzar bienestar, a pesar de la presencia de una condición.
La terapia ocupacional, al centrarse en las actividades que dan sentido a la vida diaria, se convierte en una aliada indispensable en este proceso. Su valor radica en devolver la confianza, promover la inclusión y demostrar que la recuperación no es un ideal lejano, sino una realidad posible.
Para más información, puede escribir al correo cptopr10@gmail.com.



