Por : Coach Dianiluz Cora / Para Presencia
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Recientemente tuve la oportunidad extraordinaria de escuchar a una reconocida Coach de Vida y escritora compartir sabiduría en una divina charla sobre cómo evitar el sufrimiento. Aprendí sobre lo que son las aversiones y las ignorancias, que según la filosofía Budista, son causantes de gran parte del sufrimiento de los seres humanos.
La Coach confesó públicamente que podría casi con toda certeza asegurar que ninguno de sus hermanos ha leído alguno de sus libros. Acto seguido compartía, que según ella, la gran mayoría de las familias en Puerto Rico podrían ser catalogadas como “disfuncionales”. Inevitablemente, la invitación a mirar a los míos llegó a la puerta….
Sin embargo el bienestar no se manifestó hasta que escuché a una reconocida escritora y catedrática de nuestro país confesar públicamente, que es hija de un pastor de una denominación particular y que aún con lo reconocida y galardonada que ha sido su fructífera carrera como escritora, su padre se refiere a ella como “la hija del diablo”. Esto me llegó al alma. Ciertamente, aunque lo compartía con toda la naturalidad del mundo, y porque lo dijo en público me aventuro a compartirlo con ustedes, yo podía sentir su dolor. Ningún hijo viene al mundo para ser rechazado, ignorado o maltratado. ¡Ninguno! Sin importar la edad que tenga, todos los hijos e hijas del mundo vienen para ser amados, protegidos, apreciados y reconocidos por sus logros.
Confieso que el escuchar estas dos confidencias me conmovió. Hay que ser muy valiente en esta vida para admitir que vivimos situaciones como estas, pero de estas confesiones, aprendemos todos. Al momento, pude ver mis propias situaciones de reto familiar, y como es mi costumbre, mirarme hacia adentro para aceptar la responsabilidad de la realidad que estoy manifestando afuera. Al reflexionar, primero reconozco que mi familia me ofrece un magnífico espacio de crecimiento espiritual, y segundo, logré entender, que al ver lo que otros han vivido, mi familia, que en ocasiones he catalogado como “LA MAS DISFUNCIONAL DE TODAS”, realmente es una bendición. Por supuesto, los míos no leen mis reflexiones, sin embargo, me han apoyado en mis talleres. Para mí, eso vale mucho. Reconozco que he sido avalada por padres, que aunque en ocasiones no han entendido mis pasiones e inquietudes, han hecho lo mejor que han podido para apoyarme. Sus sabotajes a mis sueños no son falta de amor hacia mí; es la proyección de sus propios miedos en su deseo profundo de que mi vida sea infinitamente mejor que la que ellos vivieron. Escojo en mi libertad, no tomar nada personal y ver nuestros procesos de vida como procesos del alma.
La pregunta entonces sería: ¿Y cómo manejamos a una familia que ama “raro”? Lo primero es movernos a la gratitud reconociendo y agradeciendo las cosas que sí hacen bien. Por ejemplo, un progenitor con una condición de alcoholismo que está en la casa, al menos está presente, versus el progenitor que abandonó a los suyos. El ejercicio de la gratitud no cura necesariamente el alcoholismo, sin embargo, redirige la energía lejos del juicio y el miedo hacia el bienestar. Aclaro que no avalo mantener situaciones destructivas en nuestras familias. Sin embargo, mientras más nos quejamos, criticamos y atacamos, más perpetuamos la situación.
El ejercicio del reconocimiento desde la gratitud es precisamente para no seguir siendo parte de lo que no funciona. Cuando apreciamos, podemos quizás reconocer que los ejemplos negativos, si no se imitan, nos llevan a ser mejores seres humanos. Este reenmarque positivo contribuye al bienestar. Por otro lado, si la disfunción del hogar es tan extrema que provoca serios daños físicos, mentales, emocionales y/o espirituales es importante buscar ayuda profesional. Hay que tener la valentía que tuvieron estas dos mujeres que ví exponiendo su situación familiar y, luego de reconocer, pedir ayuda.
¿Cómo sabemos si nuestra familia es funcional o no? Un buen comienzo es observar cómo nos sentimos cuando estamos junto a ellos. ¿Sentimos paz, alegría, tranquilidad? Entonces esto es un buen indicador. Si se acercan las fiestas de Navidad y el solo pensamiento de tener que estar cerca de los suyos te causa ansiedad, tristeza o enojo, entonces hay que comenzar a tomar acción. Otra forma de reconocimiento es ver la vida que nos hemos creado. El entorno familiar ofreció el primer modelo de cómo crear una vida para sí.
Si tu vida rebosa en salud, relaciones amorosas, amistades, libertad financiera, reconocimiento de logros y disfrute en general, eso es un gran indicador de que tu familia ofreció un modelaje adecuado.
Si por el contrario, sientes que aún cuando luchas grandemente por manifestar prosperidad, abundancia, salud y bienestar en general, estas parecen evadirte, entonces, además de observar las creencias personales, es recomendable buscar adentro un proceso de sabotaje subconsciente. ¿Alguna vez escuchaste en tu casa cosas tales como: “Tu no sirves para nada” , “Tu eres malo/a”, “Ay, mira cállate la boca. A nadie le interesa tu opinión”? Si premisas como estas aún no han sido reconocidas o sanadas, las mismas continuarán saboteando tu vida feliz desde el espacio del subconsciente.
La invitación es a que en esta Navidad te regales amor propio. Evalúa, reconoce y acepta, si es que te sientes identificado/a con algo en esta reflexión. Perdona a tus padres, hermanos/as, hijos/as y parejas. Hacen lo mejor que pueden. Recuerda que PERDÓN y RECONCILIACIÓN son cosas diferentes. Para reconciliar es necesario negociar nuevos acuerdos. Finalmente, deja ir a quien no esté dispuesto a tratarte con el amor y respeto que te mereces. Cuando estas personas reflexionen y reconozcan que deben cambiar para tenerte en sus vidas la transformación será inevitable y volverán al feliz encuentro. Como bien dice el libro; el amor nunca deja de ser. Lo que no sea amor… serenamente, déjalo libre.
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