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Jaime Arturo Gutiérrez Mora
Muchas veces hemos escuchado la frase “Dios me habló”, y también muchas veces nos hemos cuestionado la veracidad de la frase y de cómo podríamos evidenciar tal acontecimiento, pues nuestra incredulidad siempre nos exige pruebas palpables. Tenemos la necesidad de ver para creer, de oler, de sentir, de escuchar audiblemente y de degustar los sabores. Cuando nos detenemos a mirar las cosas que hay en este mundo: la naturaleza, el firmamento, el horizonte, o la línea donde el mar esconde los barcos para siempre, ¿no te has sorprendido? ¿Has reflexionado de dónde salió todo eso? El apóstol Pablo en una de sus cartas nos enseña que para conocer o ver un poco de Dios, basta con que miremos la creación y nos asombremos con su poder.
Además de todo esto, Dios siempre se nos ha manifestado y nos ha hablado por medio de la predicación, del mensaje que comparte algún ministro del evangelio, en el mensaje corto que nos comparten nuestro amigo o familiar en la mañana para iniciar el día bendecidos o en la noche para que vayamos a dormir con la paz del Señor. Pero hay algo que es aún más personal y que Él nos quiere comunicar directamente a nuestro corazón para cambiar nuestras vidas, para moldear nuestro carácter, para que meditemos y podamos fortalecernos más y más todos los días, que conozcamos su amor, su misericordia y, por supuesto, su voluntad para con nosotros.
Podemos mirar entonces en el libro de Job 33:15-18: “Por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho, entonces revela al oído de los hombres y les señala su consejo, para quitar al hombre de su obra, y apartar del varón la soberbia. Detendrá su alma del sepulcro, y su vida de que perezca a espada.”
Sea cual sea nuestra situación, que estemos en confort o estemos en zona de peligro, en el camino de nuestras vidas, siempre estará Dios con su palabra instruyéndonos y dándonos sabiduría para salvarnos, nos quiere hablar y que nosotros lo escuchemos. Asegurémonos de poner en práctica y de hacer su instrucción para que no perezcamos, tengamos también, pues, la paciencia que hay que tener en nuestra vida por muy difícil que sea. Dios te va a hablar de todas y de muchas maneras, abramos nuestro corazón y estemos apercibidos.
En Proverbios 14:12 dice que: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” No siempre tengo la razón en todo, la ira no me conduce a nada bueno, mi mal humor es sólo una actitud que necesito cambiar rápido, debo detenerme y escuchar lo que Dios quiere que yo haga. Cuando Dios habla, y yo escucho atentamente, y obedezco su instrucción, mis caminos conducen a la salvación y a una vida mejor. Así que de ahora en adelante, abre tus oídos a lo que el Señor, tu Dios, te quiere hablar, porque en ello hay salvación.