Por Mark Nieves de Cine Geek (cinegeek.net)
Disney continúa su racha de adaptaciones en acción real de sus clásicos animados, y esta vez le toca el turno a Lilo & Stitch. En medio de una serie de remakes con resultados mixtos, esta nueva versión destaca como una de las más acertadas gracias a decisiones creativas que priorizan la emoción sobre la nostalgia vacía.
La clave de este éxito recae en la dirección de Dean Fleischer Camp, el creador de Marcel the Shell with Shoes On, quien logra equilibrar lo extravagante con lo profundamente humano. Aunque el guion, coescrito por Chris Kekaniokalani Bright y Mike Van Waes, no se aleja drásticamente del filme de 2002, sí consigue anclar la comedia intergaláctica en preocupaciones emocionales muy terrenales, especialmente en torno al duelo, la familia y la responsabilidad.
Maia Kealoha: una Lilo inolvidable
Encontrar a la actriz ideal para interpretar a Lilo no era tarea fácil, considerando que gran parte del peso narrativo recae en esta pequeña protagonista. Sin embargo, Maia Kealoha brilla en su debut cinematográfico, capturando con naturalidad la ternura, el humor y la complejidad emocional del personaje.
La relación entre Lilo y Stitch, quien sigue siendo interpretado por Chris Sanders (co-director y voz del personaje en la versión animada), mantiene la chispa original. Kealoha logra que las escenas con el personaje CGI se sientan auténticas, incluso en los momentos más caóticos o emotivos. Aunque esta nueva Lilo es menos agresiva que su contraparte animada —ya no lanza puñetazos, aunque sí empuja—, sigue siendo una niña marcada por la pérdida y el aislamiento. Su comportamiento errático no es gratuito, sino una expresión de su dolor no resuelto.
Nani: más allá de la hermana mayor
Una de las mejores decisiones creativas del remake fue ampliar el papel de Nani, interpretada con fuerza y vulnerabilidad por Sydney Elizebeth Agudong. En esta versión, Nani no solo es la hermana responsable que intenta mantener a flote su hogar, sino también una joven con sueños, frustraciones y una carga emocional enorme.
El conflicto de Nani por equilibrar sus propias aspiraciones personales con su rol de figura parental añade profundidad al relato. La química entre Agudong y Kealoha es tan sólida que hace que los momentos de tensión familiar se sientan reales. La amenaza de que una trabajadora social pueda separar a las hermanas cobra más peso emocional que en muchas otras historias similares dentro del universo Disney. Aquí no se trata solo de una trama secundaria, sino del corazón mismo de la historia.
Stitch: el caos necesario
Stitch sigue siendo una bomba de travesuras intergalácticas. Su evolución, de destructor a miembro querido de una familia rota, continúa siendo tan entrañable como en la animación. Las escenas donde empieza a comprender el valor del afecto, el cuidado y la pertenencia están bien ejecutadas, sin caer en lo cursi.
Dean Fleischer Camp logra que el viaje emocional de Stitch funcione como una metáfora poderosa: incluso el ser más impredecible y destructivo puede encontrar redención y amor cuando se le da la oportunidad de pertenecer.
El humor que no siempre encaja
No todo funciona igual de bien en esta versión. Los personajes secundarios Jumba y Pleakley, que en la animación añadían humor absurdo y ciencia ficción, no se integran con la misma efectividad aquí. Zach Galifianakis como Jumba y Billy Magnussen como Pleakley aportan carisma, y sus esfuerzos son evidentes, pero su humor no siempre encaja con el tono más realista y emocional del resto del filme.
Para que sus apariciones sean más creíbles en acción real, los personajes adoptan disfraces humanos, lo que elimina parte de la gracia visual que tenían en la animación. Sus intervenciones son irregulares: a veces aportan comic relief necesario, otras veces parecen distraer de la trama principal.
Cobra Bubbles y nuevos personajes
Otro cambio significativo es la reinterpretación del icónico personaje Cobra Bubbles. En lugar de ser el carismático trabajador social con pasado secreto, ahora aparece como un agente de la CIA interpretado por Courtney B. Vance, centrado en investigar fenómenos alienígenas. La figura encargada de supervisar a Nani es un nuevo personaje: Mrs. Kekoa, interpretada por Tia Carrere, quien fue la voz original de Nani en la versión animada.
Aunque este cambio añade capas nuevas a la narrativa, también diluye el impacto emocional que tenía el personaje original de Bubbles, quien solía ser un puente entre el mundo institucional y el emocional. En esta versión, su participación se siente menos relevante.
Una Hawái real y visualmente rica
Uno de los mayores logros del filme es su representación de Hawái. Lejos de ser solo un fondo exótico, la isla se convierte en un personaje más. Desde las olas del mar hasta las pequeñas casas familiares, el entorno transmite una autenticidad que da profundidad cultural a la historia. El equipo creativo supo capturar la identidad local sin caer en clichés turísticos.
El director también se permite jugar con elementos de ciencia ficción. Algunas de las secuencias visuales más destacadas involucran portales alienígenas y armas de tecnología avanzada, que aportan dinamismo sin romper el tono general de la cinta.
Un final que reinterpreta con sensibilidad
En su tramo final, Lilo & Stitch (2025) se toma ciertas libertades con respecto a la versión original. Sin entrar en detalles para evitar spoilers, podemos decir que introduce un antagonista más definido y reformula algunos momentos clave para enfatizar el mensaje principal: el valor de la familia elegida.
Estas decisiones aportan una dosis de frescura y permiten que el filme tenga su propia voz. El cierre es emotivo, logrando que incluso los espectadores más escépticos terminen con un nudo en la garganta y una sonrisa.
Veredicto final
A diferencia de otros remakes de Disney que se limitan a replicar sin alma, Lilo & Stitch (2025) consigue preservar e incluso enriquecer la esencia emocional de su predecesora. Con actuaciones sólidas, una dirección sensible y una historia que sigue resonando en el corazón, esta nueva versión se gana un lugar propio sin traicionar el espíritu del original.
Sí, me hizo llorar. Y eso dice mucho.