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noviembre 24, 2024
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Reflexión: Hombres valorando a las mujeres

(Foto/Archivo)

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Gálatas 3:28

Por Ramón A. Sierra

Parte 3:

Ya hemos visto que para como hombres valorar a la mujer necesitamos fundamentar nuestras relaciones en los principios que surgen del hombre y la mujer en la creación, en la caída, y ahora en la redención que Cristo ofrece.

El hombre y la mujer en la redención (Gálatas 3:28).

Jesús murió en la cruz y resucitó para salvar y restaurar nuestra relación con Dios y con toda la humanidad. En Cristo, tanto el varón como la mujer son objetos de su amor y salvación y deben ser instrumentos de bendición en sus manos.

Ahora Jesús como el segundo Adán (1 Corintios 15:21-22) restaura el propósito inicial de la creación por el poder del Espíritu. Por medio de su sacrificio y resurrección, Cristo provee la redención de todo el ser humano, mujer y hombre. Así los libera del pecado y trae reconciliación con Dios, entre nosotros (lo que incluye entre los sexos), con la creación e internamente en cada persona.

En Cristo Jesús se crea una nueva humanidad en una nueva comunidad, que es señal y agente de un nuevo reino, la iglesia. En esa nueva humanidad se deben experimentar relaciones contrarias a lo vivido en el pecado. Pues la dominación del hombre sobre la mujer, y viceversa, es efecto del pecado que ha distorsionado el modelo de la creación.

Pablo, en Gálatas 3:28-29, hablando de la unidad característica de esa nueva humanidad, afirma que: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. En Cristo, las distinciones que han separado a los seres humanos y que han resultado en relaciones jerárquicas, uno sobre el otro, deben desaparecer.

En otras palabras, la salvación que Cristo ofrece depende exclusivamente de su obra y cancela los efectos del pecado. Así el pecado es superado por la unidad superior “en Cristo”, donde, entre otras distinciones mencionadas, “…no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.

John Stott, destacado biblista británico, ya fallecido, acertadamente concluyó que sin exageración “…ni publicidad, Jesús acabó con la maldición de la caída, devolvió a la mujer la nobleza que había perdido parcialmente, y restituyó en la nueva comunidad de su Reino la bendición original de la igualdad sexual”.

Sin embargo, esta unidad de la mujer y el hombre en Cristo no elimina la distinción de los sexos, sino que la restaura a su propósito original bajo el restablecimiento de la imagen de Dios en ambos. Lo que se ha abolido en Cristo Jesús no son sus diferencias sexuales, sino la desigualdad en la relación mujer y hombre y en sus roles en el liderazgo espiritual en la iglesia.

Es por esto por lo que nosotros los varones debemos valorar a las mujeres, porque la obra redentora que Cristo ha realizado en ellas es completa en su persona y para su servicio por medio de todos los ministerios en la iglesia, al igual que en el varón. Estas son buenas noticias, ya que en Cristo se ha redimido la relación mujer-hombre de la caída y se ha vuelto a poner en marcha el plan original de la creación.

Como varones, ¿habrá algunas mujeres a quienes necesitamos restaurar en la iglesia a su lugar propio, resultado de su redención en Cristo? ¿Habrá espacios de liderazgo en la iglesia que debemos abrir a la mujer en la iglesia, considerando sus llamados y dones recibidos de Dios?

Es nuestra oración que estas breves reflexiones nos ayuden a enfocar desde la visión de Dios la relación mujer y varón, al valorar a ambos como regalos de Dios para la iglesia, la sociedad, y el mundo. Amén.

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