Profesor Edwin A. Maurás Nieves
Juan 13: 4-5
“Así que se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura”.
Todas las fiestas siempre nos recuerdan un suceso, un evento o experiencias. Cuando navegamos en el mundo de la Biblia hebrea (Antiguo Testamento) nos damos cuenta de que los judíos tenían fiestas anuales que celebraban con un significado específico. No podré nombrarlos todos, pero, por ejemplo, hay una fiesta que se conoce como “La fiesta de la expiación”. Otros la llaman el día del perdón, o el día reverente. En este día, todo el pueblo pedía perdón a Dios por todos sus pecados, porque esto abría la puerta para la otra fiesta, que era la fiesta de los Tabernáculos, que era la fiesta de júbilo por el favor y el perdón de Dios.
Como podemos ver, las fiestas siempre recuerdan algo. Pero ahora me dirijo a lo que nos lleva a recordar el Día de Acción de Gracias. Se celebra esta fiesta de forma universal por un evento particular peregrinos británicos en 1621, tras un largo invierno, celebraron un banquete compartiendo con nativos en el actual estado de Massachusetts en los Estados Unidos. Mucho tiempo después se hace un día para recordar la bendición de la cosecha y de poder compartir el pan con otros.
Con esto llego a mi persona favorita: Jesús. Él, pudiendo celebrar sus propias fiestas, quiso de alguna manera celebrar una en particular que me parece que debo rescatar. Estar a la mesa. Jesús siempre que tenía una oportunidad se sentaba a la mesa tanto con sus discípulos como con su prójimo, pese a que la sociedad lo viera como impropio. En esa mesa de Jesús se unían todas las clases sociales; no había favoritos ni preferidos. Todos eran parte de la mesa y era en ella que Jesús compartía el pan y el vino donde nunca faltaba una enseñanza.
Creo que esto es lo que debemos rescatar de esta fiesta histórica que se ha convertido en una universal. Vamos a compartir la mesa y vamos a dialogar aprendiendo unos de otros. En esa mesa de Jesús la gente era transformada. En su última mesa con sus discípulos, no solo comieron como de costumbre, sino que les enseñó un principio universal y con esto marcó un precedente. Les lavó los pies a sus discípulos, un trabajo que solo hacían los esclavos a sus amos. Jesús quiso utilizar la mesa para hablar de muchas cosas, pero esa última fue de servicio, de servirnos unos a otros como iguales.