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La Palabra del Señor en Proverbios 31:10 nos deja saber con precisión el valor de la mujer en nuestra sociedad: “Mujer virtuosa, ¿Quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente la de las piedras preciosas”. La mujer edifica el hogar con su ejemplo y con sus palabras. Trae alegría y unión a la familia. Es pilar del hogar sobre el que sus hijos se sostienen cuando más lo necesitan. Son incontables las noches que pasa en vela cuidando de los suyos en la salud y en la enfermedad, pensando en cómo mejorar cada día para que todos en el hogar estén bien. Administradora por excelencia es. ¿Cuántas veces no se ha sacrificado ella para que su familia esté bien?
No es tarea fácil. Muchas veces mira al lado en momentos de necesidad, piensa que está sola y de momento no encuentra sobre qué hombro llorar, quién la consuele, quién le de aliento y esperanza, quien le diga: “no estás sola”. A veces se dice en la intimidad de su hogar, entre lágrimas y en medio del dolor: “estoy sola en todo esto…”. Hoy te digo mujer guerrera, luchadora y temerosa de Dios que no estás sola. En todos tus esfuerzos, en todas tus batallas, la presencia del Señor te acompaña, te reconforta, te guía en todo momento, te da la fuerza y la sabiduría para continuar y para consolar a otros en momentos difíciles.
En una sociedad donde el valor y el importantísimo rol que desempeña la mujer en nuestra sociedad se ve empañado y mancillado con abusos, discrimen, estigmatizaciones y prejuicios, nos corresponde a nosotros ponerle un alto a todo esto y enseñarle a las futuras generaciones que es nuestro deber darle el valor y el sitial que ella merece en nuestros hogares y en nuestra sociedad.