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Génesis 2 y 3
Ramón A. Sierra
Parte 2:
Anteriormente hemos afirmado que para que el hombre valore a la mujer necesita entender la visión de Dios respecto al hombre y a la mujer en la creación. Por un tiempo indefinido, el hombre y la mujer gozaron de una relación íntima y directa con Dios en el paraíso,
El hombre y la mujer en la caída
Ambos recibieron la prohibición de “no comer del árbol prohibido”.
La narrativa bíblica indica que “…mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (2:16-17).
Es interesante que a pesar de que aquí Dios le está hablando al hombre (Adán), antes de la creación de la mujer (Eva), más adelante, comenzando el capítulo 3 de Génesis deja claro que ella conocía la prohibición.
Ante la insinuación de la serpiente: “…¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? (v. 1b), “…la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis” (3:2-3).
Lamentablemente, el hombre y la mujer desobedecieron el mandato de Dios.
Génesis 3:6: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.
Comienza la lucha de los sexos y los seres humanos comienzan a culpar a otros por su desgracia. Adán culpa a Eva:
“Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (3:11).
Eva, al ser confrontada por Dios: “¿Qué es lo que has hecho?” le dijo: “La serpiente me engañó, y comí” (3:13). Ella también trata de lavarse las manos.
Ambos terminan culpando a Dios: Adán: “…la mujer que me diste…” y Eva: la serpiente que permitiste que me tentara.
Y este patrón, de echarle la culpa a otros, a la sociedad, e incluso a Dios, continúa. Es la consecuencia del pecado, por eso el perdón requiere reconocer nuestra culpa y arrepentirnos.
Ambos, la mujer y el hombre, son expulsados del huerto y comenzaron a experimentar la muerte: la separación en su relación con Dios, entre ellos, con la creación, e internamente, separación entre sí mismos. Las consecuencias de su pecado llegan hasta nosotros hoy (3:14-19).
Tanto la mujer como el hombre necesitan un salvador su perdón, y perdonarse unos a otros. Como varones podemos valorar a la mujer ofreciéndole perdón y recibiendo perdón de ella. Promover la reconciliación entre los sexos.
¿A qué mujeres significativas en nuestras vidas necesitamos hoy perdonar, o ser perdonados por ellas?