Pastor Juan C. Cepeda Fernández
Iglesia Casa de Adoradores Loíza
«Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.» Nehemías 4:14 RVR1960
En medio de los tiempos difíciles en que nos ha tocado vivir, todavía hay esperanza en un Dios que nos ha prometido que en un mundo en donde abunda el pecado sobre abundaría la gracia. (Romanos 5:20)
“La gracia no nos garantiza que las cosas serán fáciles; la gracia nos garantiza que las cosas serán posibles”. Dios le ha delegado una gran responsabilidad a su iglesia, el cuerpo de Cristo de manifestar y establecer el reino de los cielos aquí en la tierra. Y nos aseguró que si avanzamos en pos de las almas perdidas las puertas del Hades no prevalecerían contra ella. (Mateo 18:18)
Algo que me preocupa como pastor y como puertorriqueño es que entiendo que el punto de enfoque de la iglesia ha estado un poco desviado. Pienso que si habláramos menos de ministerios y habláramos más de familias tendríamos más efectividad en la asignación que Dios nos ha encomendado como iglesia.
No podemos tener una sociedad, una iglesia y un Puerto Rico saludable y funcional sin familias e individuos saludables y funcionales que componen la misma. ¡Aún hay esperanza!
Reedifiquemos los muros de nuestra nación que están compuestos por nuestras familias. Esto no será posible solamente con la ayuda del gobierno ni con la ayuda de la policía de nuestro país, tenemos que volvernos de todo corazón al único que puede cambiar y transformar un individuo, una familia y una naciónl y ese es Cristo. Debemos entender que «Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia.» (Salmos 127:1)
Hago un llamado, una voz profética que clama en el desierto a un enfoque correcto y a una verdadera unidad a pelear por las familias que componen a la iglesia y al pueblo de Puerto Rico. Las murallas de nuestra nación no son “ministerios” individuales sino un cuerpo compuesto por diferentes familias. Aún hay esperanza, pero solo en aquel que vivió y murió por nosotros: Cristo.
¡Aún hay esperanza en Cristo!