Emelda Pizarro Cámara
Ministro del Evangelio
Iglesia Evangélica Camino a Emaús, Carolina
La mente humana concibe el amor como un sentimiento que nace del alma y que resulta como un motor que nos impulsa a mostrar afecto a nuestros familiares, amigos y a los animales.
Sin embargo, nosotros hablamos de ese sentimiento conforme a nuestras experiencias de vida. Así que, el amor que concebimos en nuestra mente va a estar muy vinculado «a como yo veo la vida”. Por eso, muchas veces amamos descontroladamente y, otras veces no nos atrevemos a amar o simplemente nadie me enseñó a amar; y en otras ocasiones expreso amor solo a los que me aman.
Pero el amor de Dios manifestado en Jesucristo nos invita a ser «transformados». Que no importa cual haya sido mi experiencia de vida, Dios llega a entregarme «el más excelente amor», el más grande amor que un ser humano pueda experimentar jamás.
Es el «amor que excede a todo conocimiento» natural y que nace del corazón de Dios. La escritura lo presenta de forma extraordinaria en 1 Corintios 12 -13 cuando el apóstol Pablo habla de los dones espirituales, pero declara: «Yo os muestro un camino aún más excelente, más perfecto, más completo», hablando de la preminencia del amor de Dios.
Y lo describe : «el amor benigno, que todo lo sufre, que todo lo cree, que todo lo espera, todo lo soporta, que no busca lo suyo, que no guarda rencor, amor que nunca deja de ser». Pablo fue testigo de tan perfecto amor, «amor que cubre multitud de faltas», ese mismo amor que lo llevó de perseguidor a perseguido, más ese mismo amor lo superó frente a todas sus tribulaciones, amor que nos lleva más allá de lo natural y que nos ayuda a vencer nuestra humanidad.
Tiempo después, el discípulo amado Juan lo ratifica y declara: «Dios es amor», y ambos coinciden que el amor de Dios, Jesús, es la esencia fundamental de su carácter y el origen de toda las cosas. No cambia, no se muda, es presente y es eterno, amor de misericordia, de perdón y de reconciliación. Muchas veces incomprensible, todo el tiempo incomparable, amor que empezó en Belén y lo llevó al Gólgota. Amor que lo resucitó de la tumba y mostró su gloria, amor de Dios que nos capacita a «correr la carrera con paciencia y a pelear la buena batalla de la fe».
Amor que te llama a ser transformado para que veas que nada, ni nadie, te va a proporcionar lo que Dios nos proporciona. Te lo presento… Dios te bendiga.