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Obispo Rubén A. González Medina
Hoy pasamos del desierto, donde experimentamos la tentación vencida con la Palabra, en al monte, donde acontece el encuentro luminoso con Jesús. En ambos casos, es el Espíritu, que sabe lo que nos hace falta, quien nos empuja a buscar. Necesitamos ambas experiencias, la del desierto y la del monte, para que nuestra fe en Jesús se fortalezca. Solo un encuentro personal y amoroso con Él nos llevará a vivir la vida de cada día con compromiso y esperanza. Jesús, ante nosotros, se nos muestra como luz y llena nuestras noches de claridades. El cansancio por los problemas cotidianos, el dolor ante un mundo tan herido, el no entender la cruz, la desesperanza ante el futuro… todo se ilumina con su presencia. ¡Qué alegría estar con Jesús en el silencio contemplativo del monte! ¡Cuánto necesitamos respirar el aire limpio de su Espíritu! ¡Qué grande es su belleza!
De ahí brota una plegaria “Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!” Es tan hermoso mirar a Jesús, luz de toda luz filtrándose por nuestros poros, que nos dan ganas de plantar la tienda y quedarnos ahí. Ante Jesús, ´Hermosura que excede a todas las hermosuras´, hoy podemos preguntarnos ¿cómo será ese Dios que un día veremos cara a cara? ¿Cómo hemos podido vivir tan ciegos, sin reservar cada día un tiempo y un espacio, un corazón, para Dios? ¡Qué bello es el encuentro con Él! ¡Cuánto necesitamos esta experiencia de alegría, tan gratuita e inesperada! y sobre todo: ‘Escucharle’. Es importante estar atentos a sus palabras, a poner nuestras búsquedas en ruta hacia el para descansar en Él. Con el oído abierto a su palabra para a cogerla para escucharle y percibir en cada una el amor que nos tiene y la paz inconfundible que deja en la interioridad. Si es importante escucharle para poder seguir sus pasos, con una misión: estar cerca de los que sufren
Finalmente nos resta ponerse en camino nuevamente. Tanto importa el subir, como el bajar. Para ello, Jesús nos levanta y nos ayuda a superar los miedos. Abandonémonos con toda sencillez en el misterio de Dios. No nos inquietemos. `Con libertad y alegría se ha de andar el camino´, nos dice Santa Teresa de Jesús. Ya que la mirada contemplativa, puesta en Jesús, nos contagia humildad, tan necesaria para abajarnos y ponernos en verdad, para llenarnos de gozo, y así , bajar y enraizarnos en la tierra, para introducirnos en la pasión del mundo y entregar sin temor la vida a los hermanos y hermanas que sufren y están angustiados. Como Jesús, siempre como Él, con Él y en Él.