Yanilet Rivera Pratts
Jesús, como buen maestro, se encontraba enseñándoles a sus seguidores lo que el Reino de los Cielos reconoce como correcto. Trae una comparación para aquellos que más que oírlo, deciden ponerlo en práctica y les dice: Ustedes son como la sal que se pone en el horno de barro para aumentar su calor. Si la sal pierde esa capacidad, ya no sirve para nada, sino para que la tiren a la calle y la gente la pisotee (MT 5:13) TLA.
A quienes Jesús les hablaba conocían el valor y la capacidad que tenía la sal. La sal era una de las formas con las que se les pagaba a las personas por su trabajo y de esa forma podían preservar su comida y darles sabor. Les servía también, para tratar enfermedades y aumentar el calor. Pero la sal alcanza valor cuando es aplicada en otras cosas porque logra transformarlas. Aunque no pierde su estructura química, al ser alterada pierde su sabor y esto la incapacita para su función.
Cuando meditamos en esto nos damos cuenta de que Jesús les hace un reto a esos seguidores y es el que quiero hacerte a ti. Cuando nosotros tomamos la decisión de poner en práctica cada enseñanza de Jesús en los diferentes escenarios en que nos movemos, podemos dar a conocer el funcionamiento y la efectividad de vivir mediante la capacidad que Él nos otorga, mostrando que podemos mantenernos íntegros en un mundo lleno de corrupción. Cuando un árbol da a conocer sus frutos, muestra ante todo su identidad y contra eso nadie puede refutar. Es un tiempo más allá de no tan solo enseñar, sino de modelar lo que está escrito para así lograr alterar el sabor de una sociedad que vive sin esperanza.
No dudes nunca que en Jesús tienes la capacidad de poder ser hacedor de sus enseñanzas para lograr preservar la verdad que liberta. Hoy, levántate con la certeza que la práctica de los principios del Reino de los Cielos tiene la capacidad de traer cambios a nuestra sociedad.