Dr. Carlos & Vidalina Echevarría
Psicólogos, pastores, consejeros cristianos
Como seres humanos siempre queremos conocer el porqué de las cosas y, constantemente, nuestra mente nos transporta hacia aquello que no podemos entender. Si nos vamos a la Biblia, en el Antiguo Testamento podemos encontrar respuestas a todas nuestras preguntas, porque está llena de historias de la creación y de lo más importante de ella que somos nosotros, los seres creados.
El propósito de Dios al crear al hombre fue para que lo alaben y le adoren (Isaías 43:7). Él creó a Adán y a Eva, le proveyó todo y solo le dio una restricción, no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero fallo a Dios desobedeciendo su orden (Génesis 3:1-6:24). Su hijo Caín y su generación fueron una cultura ausente de reconocimiento de Dios y las consecuencias fueron que Dios envió juicio sobre ese pueblo a través de un diluvio. Solo Noé se salvó, porque obedeció la orden de Dios y construyo el arca que Dios le ordeno y él y su familia fueron salvos de morir ahogados.
Después, vino la era de los patriarcas y sabemos que Abraham era un hombre rico, muy mayor de edad, y no tenía hijos, por eso había planeado dejar heredero de sus posesiones a Eliezer, su sirviente. Venía de una cultura donde se adoraban muchos dioses (Josué 24:2). Dios le habla para que salga de su tierra y de su parentela a un lugar que le daría y salió como Dios le ordenó, pero desobedeció llevándose a su sobrino Lot. Ya conocemos la historia de Sodoma y Gomorra que Dios la destruyó por fuego, debido a la conducta de su gente (Génesis 12-13; 1924-29), pero preservó la vida de Lot y sus hijas. Dios le había prometido una descendencia, pero como pasaba el tiempo y Sara no le daba el hijo, esta le ofrece a su criada para que le dé un hijo a través de ella y nació Ismael. Luego, en el tiempo de Dios, y de su esposa Sara, nació el hijo de la promesa, Isaac, el heredero de todo lo que Abraham poseía. Ya sabemos la histórica lucha del pueblo de Israel y los mahometanos.
El pueblo de Israel sabía que Dios había hecho un pacto con Abraham. Ellos eran benditos en Jehová y se humillaron a Dios y Él les escucho. Dios le habla a Moisés en el desierto a través de una zarsa que ardía y ordenó a Moisés liberar a Israel del cautiverio desde la esclavitud en Egipto hasta Canaán. A pesar de que sabía que no entraría a la tierra prometida como buen líder oró a Dios pidiéndole bendición para su pueblo. Como buen jefe les dio directrices a seguir, amonestaciones, recordándoles que debían de ser fieles a Dios y los preparó para ser una nación. Les recuerda la historia desde el comienzo y que por la duda y la rebelión sus padres perdieron el derecho a la tierra prometida y murieron en el desierto. Que no cometan los mismos errores y que recuerden la alianza que Dios hizo con ellos, que tengan una buena conducta suprimiendo totalmente la idolatría. Les enfatizó la importancia de rendir culto solamente a Dios, buscar su presencia y seguir sus leyes y estatutos. Es la obediencia a Dios la que trae prosperidad al pueblo, la desobediencia trae maldición. Dios hizo pacto con Abraham y lo bendijo. De esa misma manera nuestra motivación de vivir debe ser Dios y la bendición que viene a nosotros cuando Jesucristo nos redime de esa maldición y somos libres.
Dios nos ama y quiere bendecirnos. Alábalo en todo tiempo, permite que su presencia en tu vida quite todo temor y te traiga paz. Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no cuida la ciudad, en vano vela la guardia (Salmo 127:1). Bendito el pueblo cuyo Dios es Jehová (Salmos 127: 14-15.